La muy puta no quería.
Se lo pedí por favor, por las buenas
pero ella se negaba.
Le dije que no le iba a doler.
¡Que iba a gozar!
que iba a querer repetir
después de la primera vez,
que no podía perder esta oportunidad;
pero ella se negaba.
Y yo empezaba a perder lo nervios.
Aquello no podía ser cierto,
yo no conocía la derrota
y no me gustaba
lo que estaba sintiendo.
La rabia comenzaba a roer mis entrañas
y unas ganas incontenibles
de estrangular aquel cuello
guiaron mis manos hasta él.
Hasta que quebró;
manchando mis manos
de sangre.
Puta botella.
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